Mi nombre es Rosa, soy de España, y mi vida espiritual comenzó desde que era muy pequeña. A lo largo de los años, he experimentado momentos y señales que me han mostrado la presencia de Dios en mi vida de maneras profundas e inexplicables. Hoy quiero compartir mi historia, esperando que pueda inspirar y fortalecer la fe de quienes la lean.
*Sueños que Marcaron mi Vida*
Desde que era niña, un sueño ha marcado mi vida de una manera profunda y poderosa. No es un simple sueño; es un encuentro que ha transformado mi alma y me ha llevado a descubrir mi propósito en Cristo. Cada vez que lo tengo, siento que Dios me está llamando, y por eso decidí seguirlo.
“Vosotros sois la luz del mundo; una ciudad asentada sobre un monte no se puede esconder. Ni se enciende una lámpara y se pone debajo de un almud, sino sobre el candelero, y alumbra a todos los que están en casa. Así alumbre vuestra luz delante de los hombres, para que vean vuestras buenas obras y glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos.” (Mateo 5:14-16, RVR1960)
El Cordón Dorado: Una Transformación de Luz
En el sueño, todo comienza en medio de una oscuridad profunda, como si estuviera perdida en un vacío sin fin. De repente, un cordón dorado desciende desde el cielo y atraviesa mi cuerpo justo por la mitad, recorriendo el eje de mi ser. Es como si un interruptor se activara dentro de mí, encendido por el Espíritu Santo. Y en ese instante, mi cuerpo físico se transforma: me convierto en un Cuerpo de Luz, brillante y resplandeciente como una bombilla. No es una luz que quema, sino una que da vida, esperanza y propósito. No estoy sola; alrededor mío, otras personas también se convierten en pequeñas bombillitas de luz. Juntos, todos somos transformados, encendiéndonos al unísono. Esas bombillitas, esas chispas de luz, somos todos llamados por Jesús. Nos eleva hacia el cielo, donde todo es hermoso y perfecto.
Un Encuentro con el Cielo
Allí, en el cielo, veo calles de oro, un río que brilla con piedras preciosas en su fondo y siento un amor tan puro y potente que no se puede describir con palabras. Es un amor que sobrepasa todo entendimiento, una fuerza que te envuelve y te llena, como si tu corazón fuera a explotar de dicha. Es un amor que no existe en la tierra; es como si cada fibra de mi ser estuviera siendo abrazada por la misma esencia de Dios.Después, en el sueño, Jesús nos conduce de regreso a la tierra. Estamos montados en caballos con alas, y Jesús va al frente, majestuoso y poderoso, como el León de Judá. No puedo apartar mi mirada de Él, porque sé que mientras mis ojos estén en Jesús, no hay nada que temer. Es una batalla entre la luz y la oscuridad, y nosotros, con Cristo a la cabeza, venimos a reclamar lo que es de Dios. Jesús nos guía con firmeza y amor; somos parte de un ejército celestial.
La Gran Boda y la Ciudadanía Celestial
EEn otra parte del sueño, veo una mesa adornada como para una gran boda, una celebración celestial que supera cualquier cosa que pudiera imaginar. En ese momento, comprendo que nuestra ciudadanía está en el cielo y que esta vida es solo un viaje temporal. Estamos aquí, pero nuestro hogar verdadero es con Jesús, y Él nos ha llamado a una misión: encender más chispas de luz, guiar a más personas hacia Él. Cada encuentro, cada palabra, cada gesto de amor es una oportunidad para invitar a otros a esa gran mesa celestial.
Un Llamado a Encender Chispas Divinas
Este sueño no es solo una visión nocturna; es un llamado a la acción. Jesús me ha mostrado que mi misión es buscar a esas chispas divinas que aún están en la oscuridad, personas que necesitan sentir el amor y la esperanza de Cristo. Cada día es una oportunidad para encender más bombillitas, ya sea en una conversación casual, en un encuentro inesperado o en un acto de bondad. Vivimos tiempos decisivos y no podemos quedarnos quietos. Dios nos llama a ser Su luz en medio de las tinieblas, a luchar por cada alma como si fuera la más preciada.
Viviendo como Ciudadanos del Cielo
He entendido que no estoy aquí por casualidad. Mi vida, mi misión, y este sueño repetido son recordatorios de que aunque estamos en este mundo, no pertenecemos a él. Somos ciudadanos del cielo, enviados con un propósito: reflejar la luz de Cristo y atraer a otros hacia Su amor infinito. Y cuando permitimos que esa luz brille a través de nosotros, transformamos nuestro entorno, encendemos nuevas bombillitas y ayudamos a traer un pedacito del cielo a la tierra. Estos sueños han marcado mi vida, y me recuerdan que mientras Cristo esté delante de nosotros, hay esperanza, hay luz y hay un propósito eterno que nos espera.
Fabiana
Graciar por compartir este bello testimonio. Jesús en su amor nos invita de diferentes formas a que le sigamos