Después de vivir más de diez años en España con una residencia de larga duración, nunca pensé en solicitar la nacionalidad hasta que me vi en la necesidad urgente de hacerlo para casarme con la que hoy es actualmente mi esposa, quien es colombiana. La tarea parecía sencilla, pero pronto se convirtió en un desafío monumental. Mi registro civil de nacimiento estaba extraviado, y mi abogada insistía en que sin este documento no podría avanzar. Pasé momentos muy difíciles tratando de reunir la documentación necesaria para solicitar la nacionalidad española. Después de mucho esfuerzo, logré conseguir todos los papeles y mi abogada presentó la solicitud. Esperamos con paciencia y esperanza.
Un Golpe Inesperado
El día en que me llamaron para decirme que mi solicitud había sido negada, sentí una profunda tristeza. Estaba seguro de que calificaba para obtener la nacionalidad. La urgencia de casarme era más que personal; era espiritual. Necesitábamos casarnos para dejar de ir en contra de los mandatos de nuestro Dios y también para podernos bautizar. Vivíamos como pareja de hecho y sabíamos que eso no cumplía con los mandamientos de Dios.
“Mas nuestra ciudadanía está en los cielos, de donde también esperamos al Salvador, al Señor Jesucristo." (Filipenses 3:20 Reina-Valera 1960)
El Poder de la Oración
Ante esta dificultad, nos arrodillamos y pedimos la oración de toda nuestra iglesia, de los grupos pequeños y de la familia. Todos sabían de nuestro deseo sincero de seguir los caminos del Señor y cumplir con sus mandamientos. Necesitábamos la nacionalidad para casarnos y, posteriormente, bautizarnos. Dios siempre responde a nuestras oraciones. A veces es un sí, otras un no, y a veces, simplemente, un silencio. Lo importante es creer que Él nos escucha y que somos valiosos para Él. La iglesia entera continuó orando fervientemente por nosotros.
El Milagro Inesperado
Un día, la abogada me llamó, sorprendida. Nunca había visto algo similar en todos sus años de experiencia. Después de haber rechazado mi solicitud, las autoridades la revisaron de nuevo y la aprobaron. Mi nacionalidad había sido concedida. Para mí, esto fue claramente un milagro. La abogada misma, asombrada, reconoció que debía ser un acto divino, pues no había otra explicación.
Un Nuevo Comienzo
Aunque obtener la nacionalidad era crucial, lo más importante fue saber que ahora, junto a mi esposa, podríamos caminar por el sendero que Dios tenía preparado para nosotros. Un camino lleno de obediencia y rendición al Señor. Recordé que alguien me dijo que no debía preocuparme tanto por la nacionalidad terrenal, ya que la verdadera nacionalidad, como cristianos, está en los cielos.
Reflexión Final
Nuestra verdadera patria no está en ningún país de este mundo, sino en el cielo. Ese es el lugar donde todos anhelamos morar un día, bajo el amoroso dominio de Dios. Allí queremos vivir, en santidad, como en el hermoso jardín donde Dios colocó a Adán y Eva. Esa es la esperanza y la promesa que nos guía cada día.
Jaime
Testimonios como este hacen que me acerque mas a Dios