Mi nombre es Adriana García, y soy la creadora de esta página web. Desde mi infancia, mis padres me enseñaron a creer en Dios, pero no fue sino hasta recientemente que descubrí el verdadero significado de amarlo. A través de las Escrituras, entendí que amar a Dios implica cumplir con sus mandamientos (1 Juan 5:3). Esta realización transformó profundamente mi vida.
El Descubrimiento de la Escritura
Durante la cuarentena impuesta por la pandemia de COVID-19, encontré una oportunidad para sumergirme completamente en la Biblia. Comencé a leer desde Génesis y continué hasta Apocalipsis. Nunca había experimentado una conexión tan profunda con Dios como la que viví en ese periodo. Esta inmersión en la Palabra me permitió conocer a Dios más íntimamente y comprender que mi fe debía basarse en un compromiso sincero y profundo (Hebreos 11:6). El verdadero entendimiento de Dios y su amor se revela cuando leemos y meditamos en Su palabra en su totalidad, no de manera fragmentada. Esta experiencia me llevó a un deseo ferviente de entregar mi vida a Jesús a través del bautizo, no por impulso o emoción momentánea, sino como resultado de una relación genuina con Él.
“Por la misericordia de Jehová no hemos sido consumidos, porque nunca decayeron sus misericordias. Nuevas son cada mañana; grande es tu fidelidad." (Lamentaciones 3:22-23 Reina-Valera 1960)
Un Acto de Fe y Amor al Prójimo
En un momento de mi vida, mientras asistía a mi iglesia, se informó de una joven que estaba en peligro de muerte debido a un accidente en moto y necesitaba urgentemente una transfusión de sangre. Aunque tengo miedo a las agujas, sentí el llamado a ayudar y decidí donar sangre junto a mi esposo (Mateo 22:39). Este acto de amor al prójimo, a pesar de mi temor, reflejaba el compromiso de vivir según los principios cristianos y servir a quienes lo necesitan.
La Prueba de Fe
Pocos días después de donar sangre, recibí un mensaje del banco de sangre solicitando mi presencia debido a un problema con mi muestra. Al acudir, el médico me informó que había una enfermedad en mi sangre que no tenía cura. El diagnóstico fue devastador; mis manos temblaban y mi sonrisa se desvaneció. Salí llorando, pero en mi habitación me arrodillé e invoqué a Dios con una oración profunda.
Mi Oración
"Señor Todopoderoso, creador del cielo, de la tierra, de los mares y de todo lo que existe dentro de ellos, sea para ti toda alabanza y toda gloria, por siempre. Dios mío, pensé que iba a comenzar a trabajar para ti, pero veo que me quieres llevar al descanso. Perdóname por no haberte elegido desde joven y haberte dado toda mi vida en tu servicio. Gracias por estos 42 años de vida que me has dado, en los cuales siempre has tenido misericordia de mí" (Salmos 30:10-12). Este momento de oración fue crucial. Reconocí la grandeza de Dios y su soberanía sobre mi vida, pidiéndole perdón por no haberle entregado mi vida antes. A pesar del dolor, empecé a alabarle y a rendirme a su voluntad.
La Misericordia de Dios
Poco después, el banco de sangre me solicitó nuevas pruebas. Cuando el médico revisó los resultados, no podía explicar cómo mi sangre ahora estaba en perfecto estado. Pero yo sí, la mano poderosa de Dios estaba siendo reflejada. La sanidad que experimenté fue un testimonio palpable de su amor y de Su poder en mi vida.
La Misión Cumplida
Dios me concedió más tiempo para cumplir con el propósito que Él tenía para mí. Mi misión ahora es llevar el evangelio a todas partes del mundo y compartir la historia de Jesús, quien se despojó de su realeza para venir a este mundo y ofrecer redención, sanidad y perdón (Filipenses 2:7-8). Jesús vino a salvarnos a pesar de nuestras imperfecciones y nos ofreció una vida eterna (Juan 3:16). Mi historia es un testimonio de su gracia y misericordia, pero lo más importante es proclamar su mensaje de salvación y amor.
Ángeles
Que hermosa experiencia Alabado sea el nombre De Dios, por su poder transformador 🙏